ANIMALES
EN PELIGRO DE EXTINCIÓN: ¡SÁLVESE EL QUE PUEDA!
En México
otro pájaro, el hermoso carpintero imperial (Campephilus
imperialis) salió de escena con menos dramatismo, pero, como todas las
pérdidas, dejó un hueco difícil de llenar. Era el carpintero más grande del
mundo, de 51 a 56 cm de largo. Los machos ostentaban una llamativa cresta roja
que terminaba en punta, mientras las hembras una cresta negra que se curvaba
hacia delante. Su último registro fue en Durango en 1956. Aunque la fecha de
extinción no es tan precisa; se estima que ocurrió entre 1946 y 1965.
Pero, no
todos los casos históricos deben anotarse en el renglón de las pérdidas. Hasta
la fecha se hacen esfuerzos para impedir que desaparezca el lobo gris americano
(Canis lupus bailey), que en la
actualidad sólo existe en cautiverio. Como parte de un programa para
preservarlo creado en 1980 entre Estados Unidos y México, se pueden ubicar 200
descendientes de cuatro individuos fundadores.
Estas
mismas medidas no se han podido llevar a cabo con otros animales que se han ido
para siempre del territorio mexicano y de la Tierra –¿al Limbo?–, como el oso
gris, el periquito de Carolina y la rata canguro de San Quintín.
LA
COPIOSA BIODIVERSIDAD DE MÉXICO
México es
uno de los cinco países que pueden preciarse de una diversidad biológica
abundante. Así, puede decirse que es megadiverso, lo que significa que la
superficie nacional es privilegiada en lo referente a tipos de ecosistemas, así
como al número y la variación genética de las especies.
En la
república mexicana se encuentra 10% de las especies existentes en el planeta,
de las cuales alrededor de 50% son especies endémicas, y su existencia se
limita a una determinada zona. Lo demuestran las 1,681 especies de mamíferos,
las 1,054 especies de aves –más de las que habitan en Estados Unidos y Canadá
juntas– y las 704 especies de reptiles, 51% de ellas endémicas, por tanto cabe
destacar con excepción de Australia no hay otra región en el mundo que cuente
con tantas.
En la fauna
endémica se encuentran rangos de distribución muy restringidos, limitados a una
isla o a una determinada región del país, como por ejemplo el charal tarasco (Chiostoma charari), al cual sólo se le
conoce en un pequeño lago alimentado por el manantial La Mintzita, situado a
ocho km al oeste de Morelia.
Pero la
riqueza de la biodiversidad de México no es infinita. Últimamente se ha visto
muy mermada y año tras año se puede apreciar con fotos aéreas e imágenes desde
el espacio cómo desaparecen selvas, bosques y otros tipos de vegetación nativa
que ponen al borde de su existencia a una creciente cifra de animales asociados
a ella. De esta manera, la situación se torna cada día más delicada, pero como
aún no se nota tanto la gente hace como que no ve, como que no oye, como que no
siente... Pero, ¿hasta cuándo? ¿Hasta que sea tarde?
LOS OTROS
ANIMALES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN EN MÉXICO
Ante una
realidad que ya no puede ocultarse, el gobierno mexicano está tomando cartas en
el asunto. Ya identificó las especies o poblaciones de flora
y fauna
silvestres que se encuentran en las diferentes categorías de peligro de
extinción a lo largo y ancho del territorio nacional y a partir de esta
información elaboró una serie de listados para mediante la aplicación de un
método evaluar el riesgo en el que se encuentran algunas.
Mediante
la creación de leyes la autoridad procedió a proteger a todos los “mexicanos
amenazados”. La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Ley General de la
Vida Silvestre sirven para este propósito. Asimismo, ha definido una serie de
categorías para unificar criterios.
De
acuerdo con la Norma Oficial Mexicana, NOM-059-ECOL-2001, cuando se hace
referencia al peligro de extinción se trata de aquellas especies cuyas áreas de
distribución o tamaño de sus poblaciones en el territorio nacional han
disminuido drásticamente poniendo en riesgo su viabilidad biológica en todo su
hábitat natural, debido entre otros a factores como la destrucción o
modificación drástica del hábitat, aprovechamiento no sustentable, enfermedades
o depredación.
En la NOM
de 2001 se mencionan 221 animales en peligro de extinción. Entre ellos destacan
43 especies de mamíferos, 72 de aves, 14 de reptiles, seis de anfibios, 70 de
peces y 16 de invertebrados. Cabe señalar que la lista es un intento para
aproximarse a la realidad, pues existe una revisión continua de acuerdo con un
mayor y mejor conocimiento de la flora y la fauna de México.
Respecto
de las especies endémicas en peligro de extinción, se pueden enumerar ocho de
invertebrados, 62 de peces, cinco de anfibios, cinco de reptiles, 38 de aves y
17 de mamíferos, de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2001.
CAUSAS Y
POSIBLES SOLUCIONES
Si bien
la civilización ha creado el problema, es también la más indicada para
impedirlo. Su intervención será necesaria para evitar que tanto los mamíferos y
las aves, como las tortugas que se detallan a continuación, no pasen a convertirse
en piezas disecadas dentro de una vitrina de un museo de historia natural.
Entre los mamíferos en peligro de extinción
destacan:
El oso
hormiguero, brazo fuerte, chupamiel (Tamandua
mexicana), que vive en las zonas tropicales desde Michoacán en la vertiente
del Pacífico y la Huasteca potosina en la vertiente del golfo hasta Chiapas y
la península de Yucatán. Habita los bosques tropicales y mesófilo de montaña, y
los manglares.
El
armadillo de cola desnuda (Cabassous
centralis), que se encuentra exclusivamente en las zonas de acahuales y
pastizales de la Selva Lacandona de Chiapas.
El
multicitado jaguar (Panthera onca),
que habita en los planos costeros y en las áreas montañosas a lo largo de ambas
vertientes desde el sur de Sinaloa y el centro de Tamaulipas hacia el sur y el
sureste por el istmo de Tehuantepec hasta la península de Yucatán. Se puede
hallar en manglares, el matorral xerófilo y en los bosques tropical, mesófilo
de montaña, espinoso, y el de coníferas y encinos.
El manatí
(Trichechus manatus), que se
encuentra en los estados de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán,
Quintana Roo y Chiapas. Vive en ríos, arroyos, lagunas, cenotes costeros y
marinos, caletas y bahías adyacentes al mar.
El mono
araña (Ateles geoffroyi), que puede
ubicarse en los bosques tropicales, selvas altas y medianas de Veracruz, los
manglares de Chiapas, en las zonas de selva baja y en los petenes en Yucatán.
El mono
aullador (Aloutta palliata), que
habita en México desdeLos Tuxtlas, en Veracruz, hasta laSierra de Santa Marta
en Chiapas y cerca de Juchitán, Oaxaca.
El
ocelote (Leopardus pardalis),
distribuido a lo largo de las planicies costeras del Pacífico y del Golfo de
México, desde el estado de Sinaloa y Tamaulipas hacia el sur, incluso en la
península de Yucatán.
El perro
llanero mexicano o perrito de la pradera (Cynomys
mexicanus), una especie endémica correspondiente a una pequeña región de
valles y pastizales de la montaña ubicada entre los límites de los estados de
Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas.
La
vaquita marina (Phocoena sinus),
endémica de México, vive en el Golfo de California.
¿POR QUÉ
SE VAN?
Por
desgracia, las actividades humanas no son compatibles con la vida salvaje y son
las que más amenazan a la fauna y la flora. Los entornos se fragmentan y con
ellos caen y se degradan los ecosistemas. A la tala de árboles le sigue de
inmediato un insidioso proceso de erosión y poco después ocurre una serie de
modificaciones que reducen los bienes y los servicios ambientales, lo cual
sumado propicia la extinción de los animales residentes en la zona.
De un año
a otro se derriban 600 mil has de selvas, bosques y otros tipos de vegetación
nativa en México equivalentes a la desaparición de un campo de fútbol por
minuto. La mayor parte de esta destrucción se justifica aduciendo fines
económicos, como destinar tierras a cultivos o pastizales. Se puede afirmar que
estos últimos son los enemigos declarados de los ecosistemas. También hay que
agregar a la lista los incendios.
De esta
manera, tanto la agricultura como la ganadería resultan particularmente
destructivas. Adicionalmente, los lagos y los ríos están contaminando el
entorno con sedimentos que arrastran con la fuerza de la lluvia y el viento.
A este
frenesí de barbarie se añaden las actividades ilegales, como la compraventa de
animales silvestres y la cacería furtiva. La enorme demanda de aves exóticas
con fines decorativos para residencias y hoteles ha disparado el comercio
clandestino y las ha convertido en mercancías codiciadas, por lo que su futuro
es incierto, con graves consecuencias para las poblaciones y los ecosistemas.
Es
frecuente encontrar en los periódicos notas como la siguiente, que fue tomada
al azar: “El día de hoy, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente,
PROFEPA, decomisó 19 ejemplares de fauna silvestre, algunos de ellos
catalogados como ‘en peligro de extinción’, provenientes de Oaxaca, Yucatán,
Chiapas y Campeche en mercados ambulantes de Atizapán y Nicolás Bravo, Estado
de México”. Da un vistazo al periódico y también encontrarás notas semejantes
casi todos los días.
¿ES
ADECUADA LA PROTECCIÓN?
Aunque la
destrucción de bosques y selvas para convertirlas en tierras de cultivo y
pastizales con el fin de satisfacer al aumento desmedido de la población no se
presenta ahora más que como un drama a punto de convertirse en una pesadilla,
el gobierno mexicano, en coordinación con instituciones académicas y
organizaciones no gubernamentales realiza esfuerzos para recuperar las especies
en peligro de extinción.
Ahora no
sólo se investiga, también se toman acciones concretas para controlar o
erradicar los factores que provocan los problemas que contribuyen a la
disminución de las poblaciones de estos animales. De hecho se han firmado
convenios con varios países, como el de Diversidad Biológica de 1992, del cual
surgió la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
(CONABIO).
Esta
institución trabaja codo con codo con los científicos mexicanos; fomenta la
investigación, recopila los datos producidos a lo largo de décadas por los
científicos para ponerlos a disposición del público interesado en el tema y en
la difusión del conocimiento.
La
Comisión apoya la realización de proyectos, de los cuales ya más de mil se han
impulsado y de ellos más de 200 han considerado entre sus objetos de estudio
alguna o varias especies en peligro de extinción, como la salud de la vaquita,
el hábitat del borrego cimarrón, el berrendo y el puma; la preservación de la
guacamaya escarlata y la publicación del libro Las aves de México en peligro de
extinción, de Gerardo Ceballos González.
CONABIO
se empeña por informar mejor a la sociedad acerca de los riesgos que implica la
desaparición de una especie, ya que este fenómeno nunca ocurre de manera
aislada. Cuando se extingue una especie mueren con ella diez más que quizás ni
siquiera están registradas.
Otra
supervisión importante la brinda la Convención sobre Comercio Internacional de
Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que intenta controlar
el tráfico ilegal de animales y plantas protegidas para evitar que las acciones
no constituyan una amenaza para su supervivencia.
ESPECIES
EN PELIGRO DE EXTINCIÓN, UNA PREOCUPACIÓN COLECTIVA
Si bien
es cierto que ha aumentado el interés de la sociedad por participar en el
rescate de la vida silvestre, sólo una parte muy pequeña está consciente del
tamaño del problema y su importancia. Poco aporta que las personas de la ciudad
simpaticen con los animales del bosque y emprendan campañas y contribuciones
económicas para evitar la tala de árboles, si la dicotomía persiste y la falta
de control continúa presionando las zonas protegidas. Lo cierto es que mientras
la actividad en el campo sea incontrolable y bajo una nube de pretextos se
hieran más los espacios de la diversidad, la perspectiva es catastrófica.
La
conservación de las especies debe ser una actividad que ocupe y preocupe a
todos y debe ser ahora, cuando aún hay tiempo. Pero de una manera concertada,
porque es inútil salvar una especie mediante las sofisticadas técnicas de
crío-preservación del material genético para su futura reproducción, si los
bosques, selvas o ríos donde moraba ya no responden para sustentarla, sea
porque están completamente devastados o que el ecosistema ya no da más de sí.
Cada
quien tiene mucho que aportar porque es preciso cuidar lo que resta de la
biodiversidad y mantener los bosques y las selvas. ¿A quién sirve una tierra
yerma donde la flora y la fauna solamente quedarán como un recuerdo? Un vacío
sin rugidos, cantos ni gritos de alarma, sino un erial poblado de fantasmas.
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